cuando no había tiempo para contar,
el cielo era una fiesta de fuegos de artificios,
entre saetas
estrellas fugaces
planetas parturientos:
el INTI, era el único señor y dador de vida.
Entonces,
hace varios miles de lunas
de vientos
de incendios
de miedos.
Aquellos
que dormían sobre la tierra,
al borde de los montes
a orillas de los ríos,
cerca de los peces y de la miel salvaje
bajo un manto suave de cielo humedecido,
asistieron impotentes
a la única lluvia de fuego
que jamás cayera
sobre lugar alguno de la tierra.
Y los que vivían en la casa de la tierra
bajo el techo de estrellas,
tuvieron goteras en el cielo
de piedra
fuego
y truenos!!
Lluvia contra todo deseo.
Lluvia desorbitada.
Lluvia nunca cantada ni invocada por ellos:
por que jamás
hubo necesidad de pedir nada
donde todos los frutos
derramaban su nectar
como un maná
sobre la madre tierra...
Disponible en Biblioteca de Dirección Letras)
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